lunes, 4 de enero de 2021

Comentando los libros que estoy leyendo. Hoy: "La traición" de Jorge Fernández Díaz

   He querido recuperar las entradas en mi blog, a partir de comentarios a los libros que últimamente estoy leyendo. Lo haré sólo de las novelas que lea y muy puntualmente de algún ensayo que me parezca que pueda resultar interesante más allá de los círculos de investigación que me atraen. 

    Hoy lo haré sobre una novela que he leído hace un par de semanas con más expectativas que buenos resultados. Pero no debe llorarse sobre la leche derramada, ni sobre las páginas leídas.

"La traición" Jorge Fernández Díaz. Ed. Planeta. Noviembre 2020
    

 
  La última novela de Fernández Díaz , sigue la saga de los miembros casi clandestinos de un equipo de servicios de inteligencia que actúan en plena democracia argentina y cuyo protagonista principal es un "operativo" de sobrenombre REMIL. Por lo general esta saga suele ser un entretenido policial negro que conjuga la política y el tráfico de drogas, el sexo y enfrentamientos con los que se presumen son "los malos". Casi diría historias sin grandes pretensiones pero de entretenida lectura. Sobre todo si uno se abstrae del autor como analista político de los medios concentrados, cartelizados, de comunicación social. En esta nueva entrega, su propio personaje se "comió" al escritor. Fernández Díaz comenta que esta novela es fruto del aislamiento preventivo que nos impuso la pandemia de COVID-19. Honestamente mi impresión es que se llevó trabajo a casa. Se plantea incapaz de distinguir sus fantasmas políticos y los describe en su texto. El miedo de la presencia de antiguos militantes que hoy se muestran activos, mezclados con prostitutas mediáticas que hemos podido ver cómo trabajan en función de las extorsiones de los espías de cabotaje y el nuevo gran enemigo de las democracias modernas que es el Papa Francisco, que pareciera que todas las tardes, después de tomar la leche en su pieza de Santa Marta, se dedica a ver cómo puede hacer para molestar a los argentinos de bien, que para el analista de La Nación, son aquellos que no son peronistas, aunque dejando un espacio para los peronistas inteligentes que comparten sus ideales neoliberales. En definitiva, una novela en la que el lector está página tras página, observando obviedades a la espera del despegue que nunca se da, quedando en la chatura de un comentario de radio con las sobras de la cena y los pedazos que no entraron en la edición del diario.


Jorge Gerbaldo
04/01/2021




domingo, 7 de junio de 2020

EL DÍA QUE CORRIENTES TUVO SU GRITO DE MONTESINOS. Reflexiones a partir de una homilía del padre Raúl Marturet



               No tuve el honor de conocer a Raúl Marturet, supe de él y su hombría de bien y sabiduría por su hermano Mario, ya en la Casa del Padre, que me honró con su amistad. Así fue como conocí el contenido de la homilía que predicó para el 70° aniversario de un banco, en Corrientes allá por 1968. Esa homilía es de tal contenido social y evangélico que me hizo acordar la famosa homilía de adviento de Fray Antonio de Montesinos que llevó a la conversión al mismísimo fray Bartolomé de las Casas, el gran defensor de los indios en los primeros años de la colonización.
               Raúl Marturet, sacerdote del movimiento del Tercer Mundo, hombre bueno y justo dicen quienes lo acompañaron, fue excomulgado por el Arzobispo Vicentín en 1970. Una durísima sanción que se dio en el contexto de persecución de los poderosos correntinos. Cuenta Mario Marturet, que, aunque acatando la decisión del obispo, siguió su tarea de ayudar y acompañar a su gente. Siendo un hombre joven, 65 años falleció. Pero la justicia y sobre todo el amor siempre llegan a dar su buen resultado y es así como el 31-11-2016, el Papa Francisco le retira la excomunión post mortem, un acto de reivindicación de su parte, sin dudas.
Pero creo que antes de continuar, se nos hace preciso conocer el texto de la homilía que quiero compartir y comentar. A continuación, lo que predicó el padre Marturet[1]:
“Señores: Celebramos durante esta semana la fiesta de la plenitud cristiana: Pentecostés. Plenitud que entraña la liberación del hombre del pecado y sus consecuencias; miseria, hambre, ignorancia, ambición desmedida con sus secuelas de vilezas, mezquindades, ruindad moral; opresiones, explotación del hombre por el hombre; violencia pasiva, prolongada, desbastadora del hombre y su dignidad, embozada y encubierta que lo acostumbra hasta convencerlo que su vigencia es natural e irradicable; violencia activa en forma de guerras, atentados personales; odios rencores, envidias. Toda la gama de injusticias que brotan con espontánea naturalidad del EGOÍSMO tanto personal como de grupos, sean estos familiares, o de clase, o de la conjunción de intereses comunes de lucro, de sórdidas ganancias.
Estas últimas dan vida al CAPITALISMO que es la forma del capital al servicio del capital, en lugar del capital al servicio del hombre. De la monopolización de capitales nacen los “imperialismos del dinero” con su interminable secuelas de injusticias proyectadas socialmente, para el que la explotación es el medio único y seguro para obtener más y más ganancias, más y más riquezas, más y más poder, con su inevitable resultado de más y más hombres y pueblos cada vez más pobres, más sometidos, vejados en su dignidad e impedidos de acceder a condiciones más dignas económica y culturalmente, como lo señala Pablo VI en la “Populorum Progressio”.
Este breve análisis de las consecuencias del pecado en el orden personal pero principalmente en el social y tal como se dan aquí y ahora, en la Argentina, en Corrientes, en Latinoamérica y en el occidente llamado democrático y cristiano, nos obliga a una seria reflexión sobre el Evangelio, nuestra fidelidad al mismo y la actuación del cristiano en lo temporal “con conciencia cristiana”.
Brevemente: Cristo en su Vida y su Doctrina, nos exige la ruptura con el egoísmo. Por eso su Verdad Fundamental es el Amor mutuo realizado según su ejemplo: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”, “No hay mayor prueba de amor que dar la vida por los amigos”. La medida del amor de Jesús está dada por la Cruz: “los amó hasta el fin”. Pero su concreción en la práctica cotidiana se llama servicio. “No he venido a ser servido sino a servir”. Y en la noche del Jueves Mayor del mundo, lava los pies a sus Apóstoles en gesto simbólico de los que tendría que ser la vida del cristiano y de la Iglesia: humilde servicio a la humanidad. “Os he dado ejemplo para que obreis de la misma manera. El que entre vosotros quiera ser el primero, que sea como el último”.
El amor es la única solución para el egoísmo, porque el amor iguala, empareja. Trata de lograr paridad de condiciones para todos. Igualdad en todos los órdenes de la vida del hombre, empezando por el económico. Allí nacen todas las esclavitudes y sujeciones injustas, por eso Dios comienza desde allí la liberación de los oprimidos. Las páginas del Éxodo lo muestran con claridad cuando exige al Faraón la libertad de su pueblo para “que pueda rendirle culto”. No quiere el culto de esclavos, no porque los rechace con desprecio por su humilde condición, sino porque lo irrita la prepotencia de los esclavistas que así denigran la grandeza y dignidad de sus hijos “creados a su imagen y semejanza”.
Esta primera liberación es indispensable e insustituible para que la persona vaya alcanzando en sucesivas etapas, liberaciones más y más altas hasta alcanzar la plenitud de su grandeza personal. Pablo VI lo expresa en términos de desarrollo desde condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas: “Menos humanas, dice las carencias materiales de los que están privados del mínimum vital y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo. Menos humanas: de las estructuras opresoras, que provienen del abuso del tener o del abuso del poder, de la explotación de los trabajadores o de la injusticia en los negocios. Más humanas: el remontarse de la miseria a la posesión de lo necesario. Más humanas todavía: el reconocimiento por parte del hombre, de los valores supremos y de Dios. Más humanas, por fin, y especialmente: la fe, donde Dios acogido por la buena voluntad del hombre y la unidad en la caridad de Cristo.
Sólo el amor, según cristo, destruye el egoísmo y se lanza a la liberación del hombre. Y en nuestro tiempo y aquí, el opresor se llama CAPITALISMO, condenado por Pablo VI con estas palabras: “…por desgracia ha sido construido un sistema que considera el provecho como motor esencial del progreso económico, la competencia como ley suprema de la economía, la propiedad privada de los medios de producción como un derecho absoluto, sin límites ni obligaciones sociales correspondientes… No hay manera de reprobar tal abuso que recordando solemnemente una vez más que la economía debe estar al servicio del hombre”. (PP26).
Este amor es la exigencia, el mandato, el imperio absoluto del Evangelio. Ante la situación actual, frente al ordenamiento socio económico del sistema capitalista y la voz del Evangelio y de la Iglesia que en él se inspira, no le queda al católico más que dos alternativas: o repudiar y luchar contra el sistema capitalista para no traicionar su fe, o renunciar al nombre cristiano y seguir adherido al sistema de inequidad condenado sin remisión por los principios evangélicos.
Sé que nos fácil para muchos cristianos de buena voluntad y recta buena fe comprender y aceptar esta alternativa que es hiriente y dolorosa. El miedo al comunismo por un lado y la falsa opción que el sistema propicia de: o capitalismo comunismo por otra; sumadas a las aparentes libertades que el sistema concede a individuos e instituciones lucen que se pierdan de vista otras posibilidades. Pero el cristiano debe mirar mejor, debe ver la realidad y confrontarla con su fe, con el Evangelio del Señor que es su guía. Un obstáculo para dilatar esta mirada es el progreso del capitalismo traído con la industrialización, que es bien común de la humanidad ese progreso estrepitoso y fulgurante, no debe hacernos olvidar las leyes internas que lo regulan y que lo constituyen esencialmente opresor y explotador y por eso intrínsecamente injusto. Su cono de luz enceguecedora ilumina apenas a un tercio de la humanidad y sume a los dos tercios – la mayoría absoluta – restante, en el hambre; el triple hambre de pan, de cultura y de Dios. Esto no sólo es inhumano, sino que es anticristiano. Perdón, digo mal: es anticristiano porque es inhumano.
La oposición del sistema capitalista con el Plan de Dios es irreductible. “Dios dice el Concilio, ha destinado la tierra y todo lo que en ella se contiene para uso de todos los hombres y de todos los pueblos, de modo que los bienes creados deben llegar a todos en forma justa, según la regla de la justicia”. (GS 9)
La imposibilidad de que el Plan de Dios se cumpla dentro del sistema capitalista llevó al Papa Juan XXIII a auspiciar la socialización de los bienes de producción: “Se debe tender a que la empresa se convierta en una comunidad de personas, en las relaciones, en las funciones, y en la situación de todo el personal. La socialización no ha de considerarse como producto de fuerzas naturales que obren fatalmente, sino que es creación de los hombres, seres conscientes, libres e inclinados por la naturaleza a obrar con responsabilidad, por lo que creemos que la socialización puede y debe ser realizada de modo que se obtengan las ventajas que trae consigo y se aparten o frenen los reflejos negativos. Si la socialización se mueve en el ámbito del orden moral, siguiendo las líneas indicadas, NO TRAE DE POR SÍ peligros graves de opresión con daño de los individuos; en cambio contribuye a fomentar en ellos la afirmación y el desarrollo de las cualidades propias de la persona; además se concreta en una RECONSTRUCCICÓN ORGÁNICA  de la convivencia, que nuestro predecesor Pío XI, en la Encíclica Quadragésimo Año, proponía y defendía como condición indispensable para que queden satisfechas las exigencias de la Justicia Social” (M.M. 10 y 11).
Señores termino: Los 70 años de la Institución Bancaria cuya celebración nos congrega en la fe en torno a la Eucaristía, convence del sentido cristiano vigente en quienes la dirigen. Esta seguridad es más que suficiente para exponer aquí las exigencias del Evangelio. Con la “santa libertad de los hijos de Dios” y teniendo en cuenta que “la Palabra de Dios no puede ser encadenada”, sino que se la debe proclamar “con oportunidad o sin ella” es que hablé de un aspecto – quizás el más urgente y necesario en este punto de la historia – para la conciencia y la acción temporal del laico. Se juega de un modo decisivo en él, la fidelidad del cristiano al Evangelio, su compromiso bautismal y el de toda la Iglesia urgida por el Concilio a “escrutar los signos de los tiempos a fin de resolverlos, para bien de la humanidad, según las enseñanzas del Señor”.
“Una renovada toma de conciencia de las exigencias del mensaje evangélico obliga a la Iglesia a ponerse al servicio de los hombres, para ayudarlos a captar todas las dimensiones de este grave problema y convencerlos DE LA URGENCIA de una acción solidaria en este CAMBIO DECISIVO de la historia de la humanidad”. (PP 1). Porque en este CAMBIO “no se trata sólo de vencer el hambre, ni siquiera de hacer retroceder la pobreza. El combate contra la miseria, urgente y necesario, es insuficiente. Se trata de CONSTRUIR UN MUNDO donde todo hombre, sin excepción de la raza, religión y nacionalidad, pueda vivir una vida plenamente humana, EMANCIPADO DE LAS SERVIDUMBRES que le vienen de parte de los hombres; un mundo donde LA LIBERTAD NO SEA UNA PALABRA VANA”. (PP 47).
¿Qué hacer? ¿Cómo hacerlo? Es el interrogante angustioso de toda conciencia cristiana que quiere ser fiel. Pablo VI da normas generales que cada uno y cada sector deberá concretar. “Entiéndasenos, dice el Papa, la situación presente tiene que afrontarse VALEROSAMENTE y combatirse y vencerse las injusticias que trae consigo. El desarrollo exige TRANSFORMACIONES AUDACES, PROFUNDAMENTE INNOVADORAS.  Hay que emprender, sin más, REFORMAS URGENTES. Cada uno debe aceptar generosamente su papel, sobre todo los que, por su educación, su situación y su poder tienen grandes posibilidades de acción. Que, dando ejemplo, empiecen por sus propios haberes, como ya lo han hecho muchos hermanos nuestros en el Episcopado”. (PP 32).
Pentecostés marca la venida del Espíritu Santo, enviado por el Hijo desde el Padre para que, en nuestras conciencias, dé testimonio del Señor (su Evangelio, su Vida) a fin de que nosotros demos testimonio de Él al mundo (Jn 15, 26-27). Señores ha llegado la hora de darlo.
Corrientes, 7 de junio de 1968.”
               Como habrán podido ver, es un texto lleno de definiciones, fruto de un hombre que conocía en profundidad el Magisterio de su época. Los mensajes de Juan XXIII sobre la socialización de los medios de producción, la profunda crítica al capitalismo de la Encíclica Populorum Progressio de Pablo VI, que tan hondo caló en esta América Latina conflictuada por la situación en que se vivía en la posguerra siendo campo de batalla entre el Stalinismo soviético y el capitalismo estadounidense que la consideraba su patio de atrás.
               Comencé diciendo que podíamos considerar esta homilía en la provincia argentina de Corrientes en 1968 en similitud de situación que la conocida de Fray Antonio de Montesinos en 1511, menos de 20 años del “descubrimiento”, estando presente en esa celebración el hijo de Colón en su carácter de máximo representante de la Corona en la isla La Española, entre otros grandes dignatarios y como ya dijimos quien fuera un encomendero de indios y luego conocido como Fray Bartolomé. Montesinos y su comunidad, porque he ahí lo interesante de la historia, esta reflexión fue comunitaria de los dominicos de la isla que veían la injusticia que se producía con los originarios propietarios de esas tierras. Hay un interesante análisis del texto realizado por Pedro Trigo SJ [2]. Los puntos centrales del mensaje son: los indígenas son seres humanos. Son hijos de Dios. Son dueños en pacífica posesión de sus tierras. No se los puede esclavizar ni servirse de ellos en contra de su voluntad, ni, por supuesto, maltratarlos o matarlos.
               Hoy escuchamos estas palabras y parece que la podríamos aplicar a nuestras comunidades Wichis o Qom en Argentina, o a las distintas naciones que son parte de la Amazonia, cuyas tierras son arrasadas por incendios intencionales para expandir la industria sojera o asesinados para que no reclamen sus tierras ancestrales como sucede con los mapuches-araucanos en la Patagonia argentina o chilena.
La vigencia del reclamo de Montesinos se reitera en la llamada de atención de Marturet. La denuncia profética del capitalismo como fuente de opresión, de la falsa disyuntiva entre capitalismo y comunismo – que paradójicamente ha renacido 50 años después –, la exigencia de la opción evangélica por los que sufren y tantas otras cosas que dijo en cara de los banqueros ese día, nos muestra que no sólo poco a cambiado el mundo (o nuestro mundo) sino que se han profundizado las desigualdades alertadas por él.
Nos recuerda el padre Mugica: “En abril de 1969, los obispos hacen un diagnóstico de la realidad que actualmente tiene vigencia: comprobamos que a través de un largo proceso histórico que aún tiene vigencia se ha llegado en nuestro país a una estructura injusta. Es decir, no es un cambio de hombres o de gobierno, sino que es un cambio de estructuras, de sistema. La liberación debería realizarse en todos los sectores donde hay opresión. En el orden jurídico, en el político, en el cultural, en el económico y en el social”.[3]
               Sigue siendo la gran llamada al cristiano el ser fermento de un mundo nuevo, el cual no puede nacer de lo que en los 60 y 70 del siglo pasado se llamó simplemente capitalismo y que ya fuera denunciado por Montesinos en el siglo XVI y hoy conocemos con el simpático nombre de globalización que nos hace creer que todos somos iguales cuando no lo somos. Ni todas las naciones son iguales, ni todos los que formamos esas naciones lo somos. Los difusores de la esta nueva realidad nos hacen pensar que el internet nos igualó, cuando existen poblaciones completas del interior del país que apenas pueden acceder a ella.
               La globalización real es otra cosa, es la globalización, prácticamente sin oposición del sistema capitalista en el mundo. Dice Slavov Zizek, citando a Fredric Jameson que “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Un capitalismo, que junto con el colonialismo moderno son las herramientas de opresión que mantiene a los pobres sin posibilidad de vivir una vida digna, sin posibilidad de progreso y sin futuro ni para ellos ni para sus hijos, porque en el actual sistema mundial, las clases son estratificadas e inmovilizadas.
               El Papa Francisco lo dice con claridad: “Quisiera advertir que no suele haber conciencia clara de los problemas que afectan particularmente a los excluidos. Ellos son la mayor parte del planeta, miles de millones de personas. Hoy están presentes en los debates políticos y económicos internacionales, pero frecuentemente parece que sus problemas se plantean como un apéndice, como una cuestión que se añade casi por obligación o de manera periférica, si es que no se los considera un mero daño colateral. De hecho, a la hora de la actuación concreta, quedan frecuentemente en el último lugar. Ello se debe en parte a que muchos profesionales, formadores de opinión, medios de comunicación y centros de poder están ubicados lejos de ellos, en áreas urbanas aisladas, sin tomar contacto directo con sus problemas. Viven y reflexionan desde la comodidad de un desarrollo y de una calidad de vida que no están al alcance de la mayoría de la población mundial. Esta falta de contacto físico y de encuentro, a veces favorecida por la desintegración de nuestras ciudades, ayuda a cauterizar la conciencia y a ignorar parte de la realidad en análisis sesgados. Esto a veces convive con un discurso «verde». Pero hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”.[4]
               Hoy los clamores que nos hicieron ver Montesinos, Marturet, Mugica, siguen oyéndose estruendosamente, siguen cuestionándonos, siguen clamándonos y no podemos desoír ese llamado. Por estos días vivimos tiempos distintos como humanidad por una pandemia que sí es global y que como todo daño ataca más fuerte a los indefensos. Pero no podemos dejar de seguir legados como los que hemos visto en estas líneas.
               Como decía al principio no conocí a Raúl, aunque hubiera sido un gusto, seguramente, haber podido compartir unos mates y una buena charla como sí tuve la oportunidad de hacer con su hermano Mario Marturet y creo que habría aprendido tanto como lo hice. Por ello he querido hacer memoria de estas palabras.
Prof. Jorge Gerbaldo
07/06/2020




[1] Texto extraído del libro: “Diputado.. ¿Yo?. Mario Alfredo Marturet. Ed. del autor. Noviembre 2018. Corrientes. Pags. 124-130
[3] Mugica, Carlos. “Peronismo y cristianismo” Ed. Punto de Encuentro. Buenos Aires. 2012
[4] Encíclica Laudato Si. N° 49

sábado, 30 de mayo de 2020

LA CASA COMUN. Un mundo para todos

Hoy les comparto "La casa común. Un mundo para todos", una recopilación de artículos vinculados a la teología ecológica o eco-teología, que intenta abrir una mirada que combine no sólo el pensamiento teológico puro con una visión completa y compleja de la problemática ecológica, que combina lo social, lo humanitario y otras visiones que intentan ver un mundo en su integralidad.
Pueden descargar este aporte de modo gratuito. Les dejo los enlaces para ello.


sábado, 16 de mayo de 2020

Ebook Poemas y Homilias. Angelelli




Ebook "Poemas y Homilías. Angelelli"

Hoy les traigo una iniciativa que surgió en estos días de aislamiento social preventivo y obligatorio en nuestro país (Argentina).
La idea fue la publicación de un libro electrónico de descarga gratuita con algunos textos seleccionados de Enrique Angelelli, uno de los cuatro beatos mártires riojanos, asesinados en 1976 por la dictadura genocida que se impuso por estas tierras.
No tiene grandes pretensiones, más que hacer llegar su palabra a todos los que quieran escucharla.

No tienen más que presionar sobre la palabra "descargar" y allí los llevará a su enlace.

Prof. Jorge Gerbaldo
                                                                                                                                  20/05/2020

lunes, 30 de julio de 2018

Sobre la editorial del diario La Nación acerca del martirio de Mons. Angelelli


En el día de hoy, el diario La Nación, publica una editorial sin firma en la que se cuestiona la anunciada beatificación de Mns. Enrique Angelelli en los próximos días.
               
Para quienes no la han podido leer, pueden hacerlo viendo este link del diario: https://www.lanacion.com.ar/2157470-una-beatificacion-de-tono-politico-ideologico

Comienza con toda una definición: “Monseñor Angelelli de ninguna manera constituye el modelo de ejemplaridad cristiana que la Iglesia exige para iniciar un proceso de canonización”. A partir de allí, con una serie de inequidades, mentiras y aseveraciones cargadas de un odio, que pensaba ya terminado con el paso de los años en democracia en nuestro país, intenta demostrar la incorrección del proceso canónico abierto.

Como el/la que escribe parece querer hacernos ver sus conocimientos en eclesiología y de la política argentina, tomo el “guante” de la discusión y respondo: si quiere hablar de teología, hablaremos de teología; y si quiere hablar de política, pues, hablaremos de política.

“Aun si hipotéticamente fuera un asesinato, Angelelli no hubiera sido mártir por defender la fe”, dice el artículo. Esta persona, decide desde su sillón, quien es mártir y quien no para la Iglesia Católica. “Un mártir (del griego «μάρτυς, -υρος», «testigo») es una persona que sufre persecución y muerte por defender una causa, generalmente religiosa, o por renunciar a abjurar de ella, con lo que da «testimonio» de su creencia en ella.” (tomé la definición de mártir de Wikipedia, para que sea accesible a todos). Si prefieren alguna definición más acotada al ámbito católico puede tomarse la del Catecismo de la Iglesia Católica entre los N° 2471-2474.

Como puede verse, la centralidad del concepto de martirio está en “persecución”. “muerte” y “testimonio de fe”. Todos ellos, cumplidos largamente en el caso Angelelli. La justicia determinó que no fue un accidente la causa de su muerte. Fue publica la persecución sufrida de manos de las familias poderosas de La Rioja, quienes en diversas oportunidades pidieron al Comodoro Estrella, quien era el “hombre fuerte” designado por el gobierno militar en esa provincia, ´para que acabara esa voz que “taladraba” su conciencia en sus condenas a la situación imperante en la provincia y el país.

Pero claro, y acá empezamos ha hablar de política, esos poderosos que querían un Obispo silenciado son los mismos a quien representa este diario históricamente. Son aquellos que no dudan en mentir para seguir dominando a nuestro pueblo, creyendo que aún tendrán la complicidad de un episcopado que ya no es el mismo que cayó y hasta avalo las mentiras en el caso Angelelli, y que ahora cambió. Ya no mas los cómplices del poder opresor en la conducción de la Iglesia en la Argentina, y por tanto, ya no más aquellos que quisieron ocultar el asesinato de un hermano para no ofuscar a aquellos con quienes compartían ideales y que en ese momento gobernaban.

Pero, más allá del contenido ideológico, el artículo está plagado de mentiras. La cámara federal de Córdoba, con jurisdicción sobre el juzgado federal de La Rioja, determinó que la investigación desarrollada y citada por el editorialista, era nula y ordenó una nueva investigación, de la cual surge la condena a Menéndez y a Estrella. Además, decir que la hipótesis del asesinato surge a partir de una denuncia realizada por Fray Antonio Puigjané en el año 1988, es una falaz y tendenciosa mentira. Su familia, sus amigos y sus fieles, llevaron adelante causas judiciales, desde el primer momento, en donde denunciaban su asesinato. Tenemos el ejemplo del Centro Tiempo Latinoamericano, que, desde su fundación a inicios de la década de 1980, desarrolló una incesante actividad de esclarecimiento sobre el martirio de Angelelli, y eso es material de consulta desde la aparición de su primer publicación en octubre de 1982.

La cita de injurias hacia quienes defendieron la denuncia del asesinato, como así también la cita de testigos comprados y judicialmente rechazados, dejan ver lo tendencioso y agraviante de esta editorial publicada en uno de los diarios de mayor tirada del país.

Creo entender lo que está sucediendo. Es la continuación, por elevación, de la campaña llevada a cabo por los medios oligopólicos contra el papa Francisco y su teología pastoral comprometida con los pobres, desvalidos, sufrientes y expulsados de un capitalismo ya insostenible y del que el diario La Nación quiso ser siempre su representante.

Pero deben darse cuenta de que la Iglesia ya no es su cómplice. Buenos tiempos pasaron cuando algunos obispos o cardenales apoyaban sus interrupciones institucionales y cubrían con un “manto piadoso” sus barbaridades, tanto en el aniquilamiento de sus opositores como en desarticular los reclamos de aquellos que sufrieron las consecuencias de sus políticas. Hoy es el tiempo de una Iglesia para la periferia, que se preocupa de los que sufren y no de los que oprimen, porque no son estos a quienes Jesús vino a redimir. “Felices los pobres…” Esa es la base del Evangelio del amor y esa es la Iglesia que hoy ha renacido y que está en los corazones de los jóvenes y de los pobres que se ven amparado en ella.

Por ello, cansado de mentiras y desprovisto de odio, le pido a quien escribiera la editorial sin firma que abra su corazón y se deje cubrir con el verdadero espíritu del amor que sólo actúa si somos sinceros de corazón. Deje que el Señor actúe en usted y verá lo hermoso que es vivir sin odios y abierto a los hermanos que sufren, porque, le recuerdo, de ellos es el reino de los cielos.

Prof. Jorge Gerbaldo
                                                                                                                                   30/7/2018  

miércoles, 28 de marzo de 2018

Recención del libro "Papa Francisco. Latinoamerica"


PAPA FRANCISCO. LATINOAMERICA
“Papa Francisco. Latinoamérica. Conversaciones con Hernán Reyes Alcaide”
Editorial Planeta. Buenos Aires.
Primera edición noviembre de 2017.
El autor de la presente obra, el periodista argentino Hernán Reyes, actualmente se desempeña como corresponsal de la agencia Telam en el Vaticano. Desde esa función, es un habitual participante de los viajes pastorales del papa Francisco, cuando éste sale de Italia.
Lleva adelante, según él mismo explica, una serie de encuentros con Francisco en la casa de Santa Marta, residencia del pontífice en el Vaticano, durante los meses de julio y agosto de 2017. Como fruto de esas conversaciones nace este libro que traslada el amplio conocimiento que tiene Su Santidad de la realidad latinoamericana, no solo la eclesial, y el profundo compromiso con estas tierras, nacido ya por los tiempos de la Conferencia de Aparecida.
Estructura la obra a partir de una introducción realizada por el mismo Papa Francisco y seis capítulos que intentan abarcar los temas centrales de la situación latinoamericana en la segunda década del siglo XXI. Por último, un anexo de discursos y documentos pontificios seleccionados especialmente sirven de apoyatura a las definiciones que contiene.
Los capítulos son:
1.      El recuerdo de Aparecida diez años después.
2.      El enfoque social hoy: Jóvenes, mujeres y detenidos.
3.      De la región al mundo: Ecumenismo y diálogo interreligioso.
4.      El “identikit” del político católico latinoamericano.
5.      Sociodiversidad y defensa del ambiente.
6.      Los desafíos y aportes de la religión.
Al leer esta extensa entrevista, tan variada en su temática, se logra acceder a un compendio del pensamiento social de Francisco. Un pensamiento innovador para la Iglesia, aunque no novedoso para Latinoamérica. Todo parte de su participación en la presidencia de la comisión redactora de la V Conferencia de Obispos de América Latina y el Caribe desarrollada en el santuario brasilero de Aparecida en 2007. Allí logra advertir una especie de panorámica del pensamiento eclesial, recibiendo los aportes de las conferencias episcopales de todos los países que descubren sus propias preocupaciones, realidades y virtudes. Este bagaje que adquiere en ese encuentro, sumado a la reflexión del pensamiento de su amigo Methol Ferré y los aportes del P. Víctor Manuel Fernández, su asesor en ese encuentro, van dando forma a la transformación de Bergoglio en Francisco.
Desearía rescatar tres conceptos que resaltan del texto: el anticlericalismo como modo de comprender a la Iglesia; Aparecida como el documento liminar de la nueva Iglesia que necesitamos y la caracterización de la política latinoamericana y sus responsabilidades.
Clericalismo: Francisco ve a la Iglesia “de funcionarios” como la raíz de su crisis actual. “El clericalismo siempre supone una separación del rebaño. Es el asalariado del Evangelio. Cuida el rebaño, pero si viene el lobo se escapa. El asalariado no ama al pueblo… Hay síntomas y pecados del clericalismo. El pueblo de Dios le puede perdonar a un cura muchas fallas y hasta pecados. Es como si no le diera importancia, aunque sabe que está mal. Pero ese pueblo fiel no te perdona si maltratás a la gente o si juntás dinero. Tiene olfato. Ahí hay dos rasgos de clericalismo: la distancia con la gente, como si el pastor fuera el patrón, y la plata, esos que cobran todo, o que se muestran aferrados al dinero”[i].
Del mismo modo se expresa sobre la inclusión de la mujer en la Iglesia, rechazando el reclamo funcional (la ordenación femenina), ya que eso es insertarla en un esquema clerical, cuando debe ocupar un lugar innovador en el corazón del pueblo cristiano.
Aparecida: Francisco rescata, ante todo que fue la primera reunión del Episcopado latinoamericano realizada en un Santuario Mariano, con la fuerza de la presencia de la Madre en todos los debates y la participación popular en las celebraciones al final de cada jornada. Esta presencia de la gente les transmitió un “cable a tierra” que permitió afrontar los desafíos con la audacia que aporta el apoyo popular. “…Aparecida no terminó con el libro que reúne sus conclusiones, sino que terminó con una acción conjunta, la Misión Continental, o sea con un hecho. Eso la diferencia mucho de las otras”[ii].
Política: El Papa, ve en la corrupción un problema de tal gravedad en la acción política de nuestros países, que insiste en darle un carácter diverso al pecado. Los distingue teológicamente, pero sobre todo psicológicamente.
“El pecador es una persona que conoce límites, que tiene equivocaciones. Hay un nivel de autocrítica o de penitencia en el plano teologal que lo va salvando continuamente. Sí, soy un desastre. Ya está. Se calificó bien y por lo tanto le da dignidad de pecador. Tiene conciencia humana de que se equivoca: equivocarse es humano. En cambio, el que es corrupto pierde esa brújula. Y se resbala, no se da cuenta. Se va como acostumbrando a respirar otra atmósfera, viciada. Se olvida de cómo es el aire fresco del espíritu, sus horizontes. Y vive en otro mundo, del que difícilmente sale”[iii].
Este libro presenta a un Papa Francisco cercano a los argentinos. El hecho de que quien lo entreviste lo sea, le da una familiaridad en la mención de anécdotas y citas, que logra que quienes conozcan la vida política e intelectual de Argentina, lo lean con la naturalidad de quien escucha una charla de café. El exponer vivencias, discursos escuchados, políticas vividas, hace que a quienes lo leemos nos resulte familiar y ameno.
Pero esta familiaridad no nos deja fuera de profundas reflexiones que tienen carácter universal. Sus expresiones sobre la política y la ecología, sobre la sociodiversidad y el rol de la mujer en la sociedad y en la Iglesia, al igual que su condena a la política corrupta, pone en la mesa discusiones y posturas que desarrolla permanentemente en su catequesis y su Magisterio.

Es una obra que muestra a Francisco en su mejor momento, con su compromiso asumido por una Iglesia formando parte del mundo moderno y conflictuado, que seguramente dará pasto a sus críticos (que los tiene), pero que ratifica la sencillez y la claridad de su mensaje para todo el mundo.

Prof. Jorge Gerbaldo


[i] Pag. 31
[ii] Pag. 26
[iii] Pag. 81





lunes, 23 de octubre de 2017

Santiago Maldonado y la caída de la careta social

                  No intento hoy hablar del caso Santiago Maldonado, que tanto queda por saber y tanto se ha dicho sin saber. Intento pensar en cómo nuestra sociedad, después de tantos años sigue enfrentada por temas que pensábamos superados, que creíamos que todos estábamos de acuerdo y que todos no queríamos que se repitieran.
                Luego de las condenas por los juicios de delitos de lesa humanidad ocurridos durante la última dictadura, en que la gente salió a la calle masivamente en apoyo a lo dictado por la justicia, parecía que nos unía el sentimiento de que como conjunto social habíamos decidido que no íbamos a soportar más el atropello del Estado sobre nuestros derechos y hasta sobre nuestra persona.
                Pero vino el caso Santiago Maldonado y tiro por la borda 40 años de construcción de conciencia. De golpe, de un día para el otro, volvimos al “algo habrá hecho”. No importaba que a un joven no se lo encontrara durante 80 días. No importaba que la última vez que se lo vio, estuviera huyendo de una carga de gendarmería. No importaba que esa fuerza de seguridad durante 30 días mintiera diciendo que no iban armados y que no hubieran llegado a la zona donde se habían refugiado los manifestantes.
                Y Santiago Maldonado trajo otras  discusiones colaterales, por ejemplo la raíz étnica del pueblo Mapuche. Se discutió ya no solo el reclamo de los pueblos originarios sobre ciertas tierras, que fueron otorgadas por ley, sino también si el mismo pueblo Mapuche es argentino o chileno, como si estas naciones originarias de nuestra América no fueran anteriores a la conformación de los Estados a mediados del siglo XIX.
                Y así, desviando discusiones, aceptando comentarios de dirigentes políticos del más alto nivel, como Carrió, que en una falta de respeto sólo comprensible en una persona que parece “borracha de votos” hace bromas que hieren las sensibilidades más duras, pero que ella es impune porque los medios de comunicación han decidido recubrirla de un halo de santidad vengadora incomprensible, ya que ella misma vive en constante contradicciones, tal como nos pasa a la mayoría de los seres humanos. No es un ángel, aunque ella se lo crea, y no se da cuenta que un buen día, cuando moleste se la sacarán de encima.
                Y así, a upa de Santiago Maldonado, mostramos la hilacha. La mostramos cuando el gobierno nacional le puso un guardián del Ministerio de Justicia al juez Otranto para que cuidara que la investigación no fuera para un lado no conveniente y la mostramos cuando se reclamaba la aparición con vida de Maldonado esperando que no aparezca hasta después del 22  de octubre creyendo que eso sacaría votos al oficialismo. Mostramos la hilacha, cuando se dejó a la Gendarmería investigar durante los diez primeros días y era a ellos a quien debía investigarse. Mostramos la hilacha, cuando debíamos solidarizarnos y acompañar la búsqueda de la familia y lo único que hacíamos era dividirnos entre los que estábamos en contra del gobierno acusándolo y los que estábamos a favor del gobierno y decíamos que tal vez se lo tenía merecido.
                Pero no hicimos lo que debíamos hacer. Investigar cómo puede ser que en un espacio yermo una persona desaparezca de la nada. Ayudar a la justicia con todos los medios que como ciudadanos les entregamos al Estado para que nos proteja. Acompañar a una familia que sufre y entre todos encontrar la verdad.
                Pero me parece que ante todo, debemos como sociedad ponernos de acuerdo seriamente, sin falacias, el contenido de los derechos que debemos defender. Sin importar quién ejerza el gobierno, para evitar que a la primera complicación salten como langostas las diferencias más profundas que muestran que aún hay  gente que cree que pueden resolverse las contradicciones sociales con un concepto de mano dura que es inadmisible en el estado de derecho y que no es sacándose de encima a los diferentes a nosotros cómo se construye un mundo para todos.
                Debemos ponernos de acuerdo en que el mundo es tan grande que todos tenemos lugar. Los hijos de inmigrantes europeos y los hijos de inmigrantes americanos. Los criollos y los originarios. Los rubios y los negros. Los adultos “responsables” y los jóvenes “útopicos”. Y ese mundo lo que no debe tener es ricos y pobres, sino que todos tienen derecho a la vida digna. No debe tener poderosos ni oprimidos, ya que todos deben tener acceso a la libertad que surge de la fraternidad. Quien oprima debe ser castigado, quien viole derechos debe ser castigado, quien se olvide de su hermano debe ser reconvertido por los demás para de ese modo vivir en armonía.
                Así, Santiago Maldonado, que acompañaba los reclamos que consideraba justos podrá encontrarse en paz y su familia dejará de sufrir, ya no sólo su ausencia, sino también los insultos hacia el ser perdido.

Jorge Gerbaldo
23-10-2017